domingo, 8 de julio de 2012

Escribir.

"Cuando todos los obstáculos se derrumban, todos los conflictos se apartan, y a uno se le ocurren cosas que no había soñado, no hay en la vida nada mejor que escribir". Gabriel García Márquez.

Hay días en los que escribes por simple inercia, sin motivo aparente. También hay días en que lo haces por motivos que te mueven a ello: felicidad, amor, odio, desamor, peleas, cualquier palabra bonita que te hayan dicho, o alguna palabra que te haya parecido original ese día y quieras inventar una historia en torno a ella. Hay días que escribes por aburrimiento, por desazón, disgusto, pesadez. O tal vez por una conquista.




sábado, 7 de julio de 2012

El corazón delator.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!

Edgar Allan Poe.

¿Sabrías decir qué cuento es?

Permitan que, por el momento, me presente como William Wilson. La página inmaculada que tengo ante mí no debe mancharse con mi verdadero nombre. Este ya ha sido el exagerado objeto del desprecio, horror y odio de mi estirpe. ¿Los vientos indignados no han esparcido su incomparable infamia por las regiones más distantes del globo? ¡Oh, paria, el más abandonado de todos los parias! ¿No estás definitivamente muerto para la tierra? ¿No estás muerto para sus honores, para sus flores, para sus doradas ambiciones? Y una nube densa, lúgubre, limitada, ¿No cuelga eternamente entre tus esperanzas y el cielo?

Aunque pudiese, no quisiera registrar hoy, ni aquí, la narración de mis últimos años de indecible desdicha y de crimen imperdonable. Esa época -esos años recientes- llegaron repentinamente al colmo de la depravación cuyo origen es lo único que en el presente me propongo señalar. Por lo general los hombres caen gradualmente en la bajeza. En mi caso, en un sólo instante, toda virtud se desprendió de mi cuerpo como si fuera un manto. De una maldad comparativamente trivial pasé, con la zancada de un gigante, a enormidades peores que las de un Heliogábalo. Acompáñenme en el relato de la oportunidad, del único acontecimiento que provocó una maldad semejante. La muerte se acerca, y la sombra que la precede ha ejercido un influjo tranquilizador sobre mi espíritu. Al atravesar el valle de las penumbras, anhelo la comprensión -casi dije la piedad- de mis semejantes. Desearía que creyeran que, en cierta medida, he sido esclavo de circunstancias que exceden el control humano. Desearía que, en los detalles que estoy por dar, buscaran algún pequeño oasis de fatalidad en un erial de errores. Desearía que admitieran -y no pueden menos que hacerlo- que aunque hayan existido tentaciones igualmente grandes, el hombre no ha sido jamás así tentado y, sin duda, jamás así cayó. ¿Será por eso que nunca sufrió de esta manera? En realidad, ¿no habré vivido en un sueño? ¿No me muero ahora víctima del horror y del misterio de las más enloquecidas visiones sublunares?

Edgar Allan Poe. (Ahora sí)

Atento al dato.

A mi mi mejor amiga siempre me decía: <<Existen infinitos motivos ocultos por los que una persona ha dejado de hablarte: puede que quiera atraer tu atención y que te intereses en ella. Puede que, sencillamente, haya decidido que eres prescindible en su vida, o puede que directamente pase de ti porque no quiere volver a verte y punto>>. Y luego, añadía: <<Con todo esto, y ante cualquier circunstancia, no te dejes llevar por la situación. No te alteres, porque tú sabes que eres mejor que él. Estate a la altura de las circunstancias y no dejes que estas te controlen a ti, y no te permitas quedar por debajo, nunca. Ninguna situación que valga la pena lo requiere>>. Aun con todo, siempre dejaba lo más importante para el final: <<Ah, y lo más importante: no les hagas ni puto caso a tus amigos>>.

MariAllanPoe. (Algún día descubriré por qué siempre uso este nombre, y quizá lo cambie)

En todos los segundos.

Ojalá que las hojas no te rocen el cuerpo cuando caigan, para que no las puedas convertir en cristal. Ojalá que la lluvia deje de ser milagro que baja por tu cuerpo, ojalá que la luna pueda salir sin ti. Ojalá que la tierra no te bese los pasos. Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado, ojalá que el deseo se vaya tras de ti, a tu viejo gobierno de difuntos y flores. Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve. Ojalá, por lo menos, que me lleve la muerte; para no verte tanto, para no verte siempre. En todos los segundos. En todas las visiones. Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones.

Silvio Rodríguez.

Behind blue eyes.

Sencillamente, ese día estudiar era lo que menos le apetecía. ¿Escribir, tal vez? Había pocos días en los que le pasaran cosas inesperadas, no obstante ese día era una excepción. Quizá llevaba ya un tiempo esperándolo, ¿Quién sabe? Era un intento de filóloga, le gustaban las letras, las palabras, la imaginación, los sueños, la poesía, el papel, los laberintos, los libros, los términos poco usuales, los puzzles, las fotos graciosas, los juegos de palabras. Le gustaba vivir, reír y soñar despierta. Sin embargo, ese día no tuvo que soñar despierta, ese día menos pensado el destino le tenía preparada una jugada maestra, y evidentemente, ¿Cómo osaría desaprovecharla?



M.A.P.