Llegas, posas las llaves. Enciendes la lamparilla del escritorio, te tiras en la cama con el abrigo aún puesto, y te quedas mirando a cualquier punto muerto mientras que intentas disimular. Cierras los ojos. Crees que va a suceder lo típico, lo que sucede en las películas, pero no sucede (en realidad sabías que no sucedería). Te resignas, te levantas, te quitas el abrigo y te enciendes un cigarrillo. Y como cada día, vuelves a darte cuenta de que nada va a cambiar. Otro día más, otro cigarrillo.
El último, ¿No? Como el de ayer.
Luego piensas en que pronto llegará el verano y pronuncias en alto las primeras palabras desde que llegaste:
Menuda mierda.
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