Hay días en los que escribes por simple inercia, sin motivo aparente. También hay días en que lo haces por motivos que te mueven a ello: felicidad, amor, odio, desamor, peleas, cualquier palabra bonita que te hayan dicho, o alguna palabra que te haya parecido original ese día y quieras inventar una historia en torno a ella. Hay días que escribes por aburrimiento, por desazón, disgusto, pesadez. O tal vez por una conquista.
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