miércoles, 16 de noviembre de 2011

El Juego del ángel.

-Voy a morir, ¿Verdad?
-Sí.
-Pronto.
-Posiblemente.
Sonreí para mí. Incluso las peores noticias son un alivio cuando no pasan de ser una confirmación de algo que uno yasabía sin querer saberlo.
-Tengo veintiocho años -dije, sin saber muy bien por qué.
-Lo siento señor Martín, me gustaría poder darle otras noticias.
Sentí que finalmente había confesado una mentira o un pecado venial y que la losa del remordimiento se levantaba de un plumazo.
-¿Cuánto tiempo me queda?
-Es difícil determinarlo con exactitud, yo diría que un año, año y medio a lo sumo.
Su tono daba a entender claramente que aquel era un pronóstico más que optimista.
-Y de ese año, o lo que sea, ¿Cuánto tiempo cree usted que puedo conservar mis facultades para trabajar y valerme por mi mismo?
-Es usted escritor y trabaja con su cerebro. Lamentablemente ahí está localizado el problema y sus consecuentes limitaciones.
-Limitaciones no es un término médico, doctor. No podré escribir.
-No podrá ni pensar en escribir. Lo siento, señor Martín.
Asentí y me levanté. Me temblaban las manos y me faltaba el aire.
-Señor Martín, entiendo que necesita tiempo para pensar en todo lo que le estoy diciendo, pero es importante que tomemos medidas cuanto antes.
-No me puedo morir todavía, doctor. Aún no. Tengo cosas que hacer. Después tendré toda la vida para morirme.


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