viernes, 18 de noviembre de 2011

Siento.

Tengo tantas cosas que decirte que no sé cómo narices empezar. Yo no planée esto. Yo no planée que todo esto empezara una tarde viendo una serie de Internet. No planeé que una noche de San Juan fuese pidiendo tu número a gritos, y que luego, al haber dado contigo, pasáramos hablando horas y horas por un absurdo chat de una absurda red social; y a pesar de lo absurdo que pudiera llegar a ser todo esto, la idea de pasar horas sentada frente a una pantalla destrozándome la espalda y desgastando teclas cada vez me parecía más brillante. Y asi pasaban los días, hablando, conociéndonos, viendo el amanecer, riéndonos, desgastando teclas, no nos veíamos. No nos conocíamos. Supongo que cuando te dije que llevaba horas con una sonrisa de tonta pintada en la cara, y me contestaste que tú también, me di cuenta de que estaba enamorándome. ¿Absurdo? Lo parece, ¿Verdad? Enamorarse a través de un ordenador. Qué cosas, qué típico, que locura, que bobada.

Al principio sólo era una especie de capricho, pensaba que no llegaría muy lejos. Entonces lo dijiste, algo que no esperaba en ese momento pero que llevaba esperando desde hacía tiempo. "Te quiero". Y ese día decidí arreglármelas para hacer la mayor locura de mi vida e ir a conocerte. Y asi fue, me lancé a la aventura. No sabía que me esperaba, estaba asustada y pasé una semana sin comer ni dormir, de los nervios. Pero todo eso merecía la pena, ¿Por qué? Porque eran nervios de felicidad. Por fin lo había conseguido, estaba en ese autobús de camino a ver tu sonrisa en directo.

Hice la mayor locura de mi vida, sí, pero lo único que puedo y debo decir al respecto es que mereció la pena. Tantos días esperando ese momento, el momento en el que te vi por primera vez. Lo había imaginado tantas veces.. Y ahi estabas. No fue como lo había imaginado ni mucho menos, no, fue mucho mejor.

Para entonces ya había olvidado lo que significaba estar ilusionada, sentir esa sensación que nace en el estómago y recorre todo el cuerpo, como lo que sentí la primera vez que te miré a los ojos y sonreíste, nervioso.

Los días y las noches que pasé alli fueron inolvidables, increíbles, perfectos. Estaba tan feliz de poder besarte, abrazarte, escucharte reír, acariciarte el pelo, escucharte cantar. Todas esas noches tranquilas, tocando e improvisando en la caseta, en la orilla del mar, en medio de la noche..

Me encantaba sentirte cerca en la noche mientras manteníamos conversaciones de todo tipo, te abrazaba, te acariciaba la espalda, sentía tu respiración, tu olor, el roce de tu piel (Todo esto lo hemos leído y escuchado miles de veces, sí, pero no es lo mismo cuando uno lo vive de verdad, ¿No?). Me gustaba observarte mientras dormías, que tu cara fuese lo primero que veía al despertar, que nos quedáramos en la cama horas y el resto del mundo nos diese igual, no existía. Sólo existiamos tú y yo.

También me gustaba oírte cantar en la ducha, y ducharme mientras te escuchaba tocando la guitarra de fondo, salir al balcón por las noches mientras esperaba a que te vistieras, mirar a las estrellas, cerrar los ojos, respirar hondo y sentir esa felicidad, desear que no se acabase nunca, aunque sabía que en unos días tendría que bajarme del cielo. Como un niño al que le dan un caramelo para luego quitárselo.

Pasaron los días volando. El primer día que pasamos hablando horas por el chat, vimos el amanecer, cada uno en su casa. El último día que pasé contigo, vimos el amanecer desde tu ventana.


Te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario